Hay quien cree que los mejores oradores son como las aceitunas, que crecen en los árboles.
Y no, no tiene que ver con la genética de tus padres. Es cierto que algunas personas tienen más cualidades innatas para la oratoria, como las hay para la música o la pintura.
Pero la experiencia nos dice que lo más importante no es tener buenas cualidades de base sino que son muchas otras cuestiones las que hacen que una charla funcione.
En ocasiones se produce una magia especial que es muy difícil cuantificar en términos digamos científicos. Incluso, entre la propia audiencia seguro que hay diferencias en cuanto a la percepción de la calidad de una charla. En el mismo auditorio encontrarás a alguien a quien todo le ha parecido maravilloso y alguien que piensa que ha sido un desastre total.
No vamos a hacer aquí una lista exhaustiva de tooooooodo lo que influye o no influye en una charla. Hay tantos elementos que esto sería el cuento de nunca acabar.
Sin embargo, hay algo que está presente en la mayoría, si no es que en todas, las charlas que funcionan y consiguen conectar con su público.
Un ejemplo. ¿Recuerdas la mítica charla de Steve Jobs en Stanford? Pues es leída, lo contrario de lo que cualquiera de nosotros recomendaría.
Toma ya.
Y así podríamos poner centenares de ejemplos de charlas que, aparentemente, no deberían funcionar, que no cumplen algunos de los cánones más aceptados. Y, sin embargo, son extraordinarias.
Desde nuestro punto de vista hay un elemento fundamental, que es la honestidad.
Honestidad en lo que dices y en el cómo lo dices.
La charla de Steve Jobs funciona por diferentes motivos. Uno de ellos, y que no se nos debe olvidar, es su auctoritas. Es decir, lo que dice tiene más repercusión porque lo dice él, el mito. Si te lo dice tu cuñado después de dos chupitos lo envías a freír espárragos por prepotente. Pero lo dice Steve Jobs y automáticamente todo toma otro valor.
Sin embargo, eso no es suficiente.
Si te fijas verás que la honestidad está presente en todo el relato. Habla de sí mismo, de su trayectoria, de sus fracasos, de su visión acerca de la vida en un sentido más profundo.
Su historia, contada como él lo hace, conecta perfectamente con los estudiantes de Stanford. Son jóvenes que sueñan con su futuro, con destacar, con cambiar las cosas. Tienen hambre y sienten fascinación por entender las claves de la vida.
Este ejemplo es ampliamente conocido. Pero encontrarás muchísimos más en los que los oradores se han ganado al público gracias a las emociones, a conectar con la audiencia desde la honestidad.
Y, atención, porque la honestidad no es algo que se pueda fingir.
Si vas a mostrar sorpresa en el escenario, que sea sincera. Sorpréndete tú también como si fuese la primera vez. Aunque lo hayas ensayado mil veces. Piensa en cómo te sentiste la primera vez, recupera ese momento como si se repitiese de nuevo. Y vívelo sobre el escenario.
Verás como la audiencia reacciona siempre bien cuando el mensaje es honesto, sincero.
Si vas a sonreír, sonríe con el corazón. Busca qué es lo que te hace sonreír, y revívelo para los demás.
Si vas a poner seriedad, que no sea impostada. Nada más cutre que un orador que quiere parecer grave para buscar un reconocimiento a la supuesta importancia de su tema.
Si vas a tratar un tema delicado, hazlo con sensibilidad. No busques forzar una emoción exagerando los hechos o su impacto. En lugar de eso, abre tu corazón y muestra las cosas como son.
En definitiva, no trates de impostar un personaje. Ya sabes lo que dijo Oscar Wilde: Sé tú mismo, el resto de papeles ya están cogidos. Hacer lo contrario de lo que te estamos contando es ponerte a la audiencia en contra, haciendo que no conecte con tu mensaje.
Una de las características de las charlas TED es que los oradores no tienen atril, ni mesa, ni ningún otro objeto que haga de barrera con la audiencia. De alguna manera, es como si se desnudaran ante la audiencia, mostrándose totalmente vulnerables a los demás.
Eso, la alfombra roja, y las letras del logo sobre el escenario se copia continuamente en todo tipo de encuentros con charlas cortas. A nosotros nos parece una falta de originalidad preocupante, sobre todo porque se olvidan de lo más importante: preparar las charlas. Y uno de los elementos que se quedan por el camino es este, la honestidad.
La consecuencia directa es que acaban pareciendo lo que son: malas copias.
Charla recomendada
Seguro que recuerdas la foto de Kim Phúc Phan Thị, la niña de Vietnam huyendo desnuda de una bomba de napalm.
Ella sufrió una terrible depresión después de todo aquello, con todo su cuerpo lleno de cicatrices. Gracias al fotógrafo, Nick Ut, pudo ser atendida en un hospital, a pesar de que su caso parecía imposible. Pero fue su insistencia la que la salvó. Sin embargo, mientras él ganaba popularidad (ganó un Pulitzer por la foto), ella seguía perdida, sin recuperar a su familia y con un futuro negro oscuro. Tenía el cuerpo literalmente abrasado, solo 9 años y la mayoría de sus familiares muertos
Años más tarde esa niña creció y consiguió rehacer su vida. De toda aquella experiencia dio una charla en TEDxVienna y sirve perfectamente como ejemplo de honestidad.
La charla no es técnicamente perfecta, ni mucho menos.
Pero el aire se congela en el teatro cuando ella cierra los ojos y recupera ese terrorífico momento.
Excelente. Y el consejo de la honestidad, el mejor.
Por cierto: la cita de Wilde es brutal.
Muchas gracias por el artículo.