Nadie nace siendo un gran atleta.
Fíjate en cómo es el cuerpo de las personas que corren media o larga distancia en atletismo. Suelen ser cuerpos pequeños, enjutos y fribrosos a más no poder. Esta corporalidad es debida en parte al entrenamiento, pero hay otra parte que es fisiológica. Muchos grandes maratonianos son keniatas ¿casualidad? Parece que no. La altitud elevada del lugar donde viven, la tradición cazadora de las tribus nómadas, su actitud mental ante sus carreras y su dieta, rica en hidratos de carbono, son algunas de las claves de su éxito. Pero además, para ser un buen maratoniano tienes que entrenar como un cabrón.
Si un día no decides que te pones a correr, nunca jamás vas a ganar ninguna maratón, por más que físicamente o mentalmente estés predispuesto para ello.
Nadie nace siendo un gran músico.
Hay personas cuyos cerebros están mejor capacitados para la música. Tienen buen oído, tienen coordinación motriz… Sus neuronas conectan de forma que controlan mejor ciertos aspectos, como los movimientos del aparato fonador. Pero claro, si jamás te pones delante de un piano, pues no aprenderás a tocarlo.
Nadie nace siendo un gran orador.
Nacemos con la capacidad de comunicarnos, pero eso no implica que nos estemos comunicando bien. Ni Cicerón, ni Churchill, ni Mark Twain. Ninguno de los oradores famosos de la historia nacieron hablando bien en público. Les tocó hacerlo en un momento dado y perfeccionaron su técnica hasta convertirse en referentes.
Pero ¿qué esconde esta técnica? Pues no es ningún misterio. Pero no hay una varita mágica que nos toque en la cabeza y marque el antes y el después.
Hablar bien en público es transitar por un camino que empieza cuando tenemos una idea que compartir.
Sobre pensar
Siempre dedimos que para hablar bien, antes hay que pensar bien.
Y pensar bien tiene que ver con tener nuestro pensamiento organizado y estructurado. Si en nuestras cabeza las cosas no están claras, difícilmente vamos a poder transmitirlas a otras personas.
Sobre escribir
Para darle vida a nuestras ideas y asegurarnos de que nuestras palabras fluyen de manera coherente, el primer paso es escribirlas. Plasmarlas en papel o en pantalla. La escritura nos permite estructurar el pensamiento, encontrar el corazón de nuestro mensaje y desarrollar la narrativa que captará la atención (y el corazón) de nuestra audiencia. No es escribir por escribir. Es fundamental revisar, pulir y perfeccionar nuestro discurso. Y ajustarlo para que resuene con quienes nos van a escuchar. Hay profesionales de la escritura de discursos. Leen mucho, muchísimo. Escriben mucho y pulen mucho más. Trabajan con figuras retóricas: metáforas, quiasmos, personificaciones…
Sobre ensayar
La práctica lleva a la perfección. Y esto es especialmente cierto cuando se trata de hablar en público. Ensayar no va solo de memorizar un guion. Cuando ensayamos nos familiarizamos tanto con el contenido que podemos llegar a jugar con él, adaptarlo a cada circunstancia para poder, incluso, reaccionar y responder a las reacciones del público y, por encima de todo, hacer el discurso nuestro: propio. Ensayar ayuda a identificar los puntos débiles de nuestra presentación, nos permite ajustar el ritmo, el tono, las pausas y dónde tenemos que poner más énfasis. Y, además, nos da la confianza necesaria para estar frente a una audiencia. Ensayar de forma efectiva puede convertir la ansiedad en anticipación de una forma positiva.
Sobre la entrega o actuación
El momento de la verdad llega cuando estamos frente a nuestra audiencia, listos para compartir nuestro mensaje. La entrega de un discurso no se limita solo a hablar o a movernos. Debe ser un auténtico intercambio con el público. Hay que establecer una conexión, ser auténticos y apasionados. Hay que usar nuestro lenguaje corporal y nuestra voz para reforzar nuestro mensaje. Una actuación efectiva requiere presencia, estar plenamente en el momento, adaptándonos a la dinámica del entorno y al feedback visual y emocional de nuestra audiencia. Pero es donde se ve el fruto del tiempo de escritura y ensayo. Solo en directo podemos ver a una idea hacer la metamorfosis a un mensaje con el poder de informar, inspirar o mover a la acción.
Nosotros nunca hemos visto a uno de nuestros speakers TEDx que tuviera experiencia previa hablando en público, por ejemplo, profesores o empresarios, y que sus primeros borradores fueran los definitivos.
En cada paso del camino, desde la concepción de la idea hasta la entrega final, hay un proceso de crecimiento y mejora. Igual que con los atletas y los músicos, que no nacieron siendo grandes en lo que hacían, nadie empezó siendo un orador excelente y memorable. Pero una cosa está clara: con dedicación, práctica y un enfoque en mejorar de forma continuada podemos transformar nuestras ideas en presentaciones poderosas que dejen a todo el mundo boquiabierto. No hay atajos, pero el camino está lleno de oportunidades para aprender y perfeccionarse.
Las malas presentaciones son el cementerio de las buenas ideas, pero con el enfoque correcto, incluso las semillas de pensamientos más modestos pueden florecer en discursos memorables que resuenen y perduren para siempre.
Charla recomendada
Esta semana no te vamos a recomendar una charla TED. Esta semana vamos a recuperar el histórico discurso del “yes we can” de Obama.
Fíjate en cómo construye el momento hacia el clímax del discurso.
Fíjate en las pausas que hace.
En cómo se mueve y mira a la audiencia.
Cuenta el número de veces que repite la frase: “yes we can”.
Ponte los subtítulos si no entiendes inglés, aunque no hace falta entender inglés para ver la emoción.