En 1966 Bob Dylan cambió para siempre la historia de la música pasándose, de forma inesperada, del folk al rock.
Sus fans más acérrimos no se lo perdonaron…aunque seguían agotando las entradas de cada concierto.
Dylan no se arrugó, su música cambió para siempre, y con ella la historia del rock.
Bueno, todo eso se acabó publicando en un doble álbum legendario: “Live 1966 (The Royal Albert Hall Concert)”.
La cuestión es que tropecientos años más tarde otra leyenda mucho menos conocida, Cat Power, decidió grabar exactamente el mismo set de canciones.
Con el mismo orden, canción por canción. Y además luego hizo una gira mundial con todo ello.
Y de la crónica de su concierto en Barcelona podemos sacar una gran lección para tus charlas, atiende.
Eran unos conciertos ensayadísimos, en los que sabías perfectamente lo que ibas a ver y de qué manera se iba a producir. Porque eran una copia idéntica de lo que hizo Dylan hace la tira de años.
Y aún así se produjo una magia especial en sus conciertos, como si fuera la primera vez que alguien escuchaba esas canciones.
El pianista Agustí Fernández dicen que cuenta en sus talleres que un músico nunca debe servir espaguetis fríos en sus conciertos.
Que el público debe sentir que lo que está viendo se está cocinando en directo, que no es un simple plato recalentado.
Algo así pasaba con Steve Jobs, otra leyenda.
Por cierto, aclaremos algunas cositas sobre Steve Jobs. Algunas de sus presentaciones son ya históricas y continuamente aclamadas por los fanboys de Apple.
Pero la cosa no es que tenga truco, es que tenía método.
Es ampliamente conocida la exhaustiva preparación de sus charlas durante las semanas antes de la presentación.
Y, por supuesto, se cerraba unos días en el auditorio real para seguir puliendo los últimos detalles con público de confianza. Parte de su equipo más próximo se tragaba los ensayos para darle feedback y acabar de rematar cada pequeño detalle.
Por supuesto que sí.
Imaginamos que Cat Power hizo exactamente lo mismo con las canciones de Dylan.
Las debe conocer tan en profundidad, hasta el último de los sonidos, que no debió ser fácil parecer una máquina expendedora de versiones.
Pero lo consiguió.
Ella, igual que Steve Jobs, y que todos los conferenciantes profesionales tienen un as en la manga: el ensayo.
Las charlas, especialmente las importantes, se ensayan, por supuesto.
La pregunta del millón es cuántas veces.
Y la respuesta no es sencilla ni evidente.
Si te juegas el lanzamiento del iPhone, la ensayas mil veces si hace falta. Porque hay muchísimo en juego.
Pero la vida de la mayoría de personas no consiste en lanzar nuevos iPhones, ni mucho menos.
No hay un momento exacto en el que dejar de ensayar.
Sin embargo, hay un punto que sí puedes considerar.
Y es el de parecer natural, a pesar de que hayas ensayado tanto como para saberte de memoria lo que vas a decir.
No nos estamos refiriendo a charlas o presentaciones más o menos improvisadas.
Estamos hablando de momentos importantes, días clave en los que sabes que eso que vas a presentar es muy importante. Para ti, para tu futuro, para tu empresa, para tu proyecto.
Ahí no puedes ir con cuatro transparencias cargadas de letra y tus (¿sobrevaloradas?) dotes de improvisación.
Ensaya, ensaya, ensaya.
Es el único camino que lleva a la maestría.
Por dónde empezar cuando no sabes por dónde empezar
Tu peor enemigo está en tu cabeza
Hablar en público no acojona tanto como lo hace tu propia mente.
Los miedos que enfrentamos antes de una presentación suelen ser un cóctel de inseguridades personales, creencias limitantes y, sobre todo, malentendidos sobre lo que significa estar frente a una audiencia.
¿Te suena familiar el pensamiento de "voy a quedar en ridículo"? Pues, sorpresa: ese miedo es un filtro distorsionado, no una realidad.
Hablar en público no es enfrentarte a un enemigo, es crear un puente. Haz de tus miedos tus aliados: te recuerdan que lo que haces importa. Usa esa adrenalina como combustible y verás cómo tus nervios se transforman en confianza.
Hablar en público no acojona
Prepara tu charla sin depender de las herramientas digitales
Antes de abrir el pogüerpoin y perderte en plantillas, colores y efectos, haz un favor a tu charla: empieza con papel y lápiz. La tecnología debe ser una herramienta, no el motor de tu presentación. Lo esencial es tener claras las ideas clave y la historia que quieres contar.
Comienza por definir el objetivo de tu charla. ¿Qué quieres que el público aprenda, sienta o haga al terminar? Con esto en mente, escribe las ideas principales que necesitas abordar en tu charla, asegurándote de que todas contribuyen a ese objetivo.
Cuando tengas las ideas claras, organiza el contenido en un orden lógico o narrativo. Y solo cuando la estructura esté definida, abre pogüerpoin.
Planificar en papel te da claridad y evita que la herramienta domine el contenido. Primero estructura tu mensaje, después, deja que las herramientas digitales hagan su magia.
Charla recomendada
Y sobre pogüerpoin y sus peligros va esta buena charla TED de David JP Phillips.
Échale un vistazo porque es posible que veas tu estilo reflejado en lo que dice…y eso es el principio para cambiar, ¡claro que sí!
En la charla se explica de forma clara y con mucho humor los errores más comunes que cometemos al usar PowerPoint y cómo evitarlos.
Las herramientas audiovisuales deben estar al servicio de la charla, y no al revés. Las diapositivas, recuerda, son un refuerzo del mensaje. No el mensaje en sí mismo.
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