La comunicación humana no se limita solo a las palabras. De hecho, gran parte de lo que transmitimos ocurre de manera no verbal. Se estima que aproximadamente el 80% de la comunicación es no verbal. Nuestro cuerpo habla por nosotros: los gestos, la postura, las expresiones faciales y el tono de voz complementan o, en ocasiones, contradicen lo que decimos con palabras. Entender el lenguaje corporal es esencial para mejorar nuestras interacciones sociales y profesionales, así como para proyectar confianza y seguridad en contextos como presentaciones o reuniones importantes.
Los humanos aprendemos estas sutilezas desde que somos bebés. Un bebé puede percibir el tono y la expresión de los adultos, diferenciando entre palabras suaves y reconfortantes o tonos más severos. A medida que crecemos, aprendemos a reconocer estas sutilezas. Sabemos cuándo nuestra madre está contenta o molesta simplemente por el modo en que pronuncia nuestro nombre. Sin embargo, en situaciones de nerviosismo, como en presentaciones, muchas veces olvidamos cómo manejar nuestro lenguaje corporal, permitiendo que nuestros gestos nos traicionen.
Hoy vamos a analizar algunos de los gestos más comunes y lo que realmente comunican:
Brazos cruzados
Uno de los gestos más universalmente reconocibles es cruzar los brazos. Este gesto suele interpretarse como un lenguaje cerrado, indicativo de que la persona quiere distanciarse del interlocutor o de la audiencia. Puede expresar una actitud defensiva, resistencia a una idea o incomodidad. También es un gesto que se realiza de manera subconsciente cuando se tiene frío o simplemente para estar cómodo. Por lo tanto, es importante considerar el contexto antes de asumir la intención detrás de este gesto.
Brazos abiertos
Los brazos abiertos son el antídoto de los brazos cruzados. Este gesto simboliza apertura y disposición para interactuar con los demás. Es común ver este tipo de gesticulación en personas que buscan establecer una conexión cercana con su interlocutor. Por ejemplo, los presentadores de televisión y los políticos suelen utilizar este gesto para parecer más accesibles y receptivos.
Manos en la espalda
Cuando una persona coloca sus manos detrás de la espalda, puede estar intentando ocultar su falta de confianza. Este gesto también se asocia con una actitud de sumisión o pasividad. En el ámbito profesional, colocar las manos en la espalda puede transmitir inseguridad o nerviosismo, aunque en algunos contextos formales, como durante ceremonias, puede verse como un gesto respetuoso.
Manos en los bolsillos
Poner las manos en los bolsillos puede ser interpretado de diferentes maneras. Por un lado, puede reflejar vergüenza o desinterés, especialmente si la persona evita el contacto visual. Para algunas personas, meter las manos en los bolsillos es un mecanismo para manejar el estrés o los nervios en situaciones tensas. Es recomendable evitar este gesto durante presentaciones formales, ya que puede transmitir una imagen de falta de compromiso o profesionalidad.
Manosear la ropa o tocarse el pelo
El hecho de manosear la ropa es una señal clara de nerviosismo e inseguridad. Las personas que hacen este gesto suelen estar buscando una manera de aliviar su ansiedad, especialmente en situaciones donde se sienten evaluadas, como entrevistas de trabajo o presentaciones importantes.
El dedo que apunta
Apuntar con el dedo es un gesto acusatorio. Se asocia con culpa y confrontación. Cuando alguien señala a otra persona con el dedo, suele hacerlo para destacar un error o una falta, lo cual puede resultar muy intimidante. En situaciones profesionales, este gesto debe evitarse, ya que puede generar tensiones innecesarias.
El puño cerrado
Un puño cerrado puede ser indicativo de determinación y fuerza, pero también puede interpretarse como una señal de tensión o agresividad. En situaciones de debate o desacuerdo, cerrar los puños puede ser una señal de que la persona está enfadada o muy comprometida con su postura.
Unir puntas de los dedos
Este gesto, donde las yemas de los dedos de ambas manos se tocan formando una especie de pirámide, es común entre personas en posiciones de poder o autoridad. Transmite confianza y seguridad, pero puede ser percibido como un gesto arrogante si se utiliza en exceso. Políticos como Angela Merkel son famosos por este gesto y lo utilizan para proyectar control y calma.
Los gestos verticales
Mover las manos en un gesto vertical hacia arriba y hacia abajo sugiere autoridad y control. Este tipo de movimiento es común en líderes que buscan establecer un ambiente de seriedad o rigor durante sus intervenciones.
Frotarse las manos
El acto de frotarse las manos generalmente refleja nerviosismo o impaciencia. Es un gesto que solemos ver en personas que están esperando algo o anticipando una situación estresante. En el contexto de hablar en público, puede delatar la incomodidad del orador ante su audiencia.
Tocarse la nariz
Tocarse la nariz es uno de esos gestos que está cargado de interpretaciones. Generalmente, se asocia con la mentira, ya que se cree que cuando una persona miente, puede experimentar una ligera comezón en la nariz debido al aumento de la adrenalina. Aunque no siempre es así, también puede indicar que la persona está nerviosa o molesta.
Rascarse el cuello
Este gesto, que implica rascarse o acariciarse el cuello, refleja inseguridad o duda en lo que se está diciendo. A menudo, las personas que no están seguras de su argumento o que sienten que podrían estar equivocadas recurren a este gesto.
La importancia de entender el contexto
Es fundamental recordar que ningún gesto debe interpretarse de forma aislada. El contexto en el que se realiza el gesto, así como el lenguaje corporal global de la persona, son esenciales para comprender su significado real. Además, debemos tener en cuenta que las diferencias culturales pueden jugarnos una mala pasada en la interpretación de los gestos. Un gesto que en una cultura es visto como positivo o neutro, en otra puede ser ofensivo o malinterpretado. De esto ya hablamos otro día, que da para otro capítulo entero.
El lenguaje corporal es una herramienta poderosa en la comunicación, y aprender a reconocer los gestos más comunes puede mejorar enormemente nuestras interacciones diarias. Sin embargo, es importante recordar que la interpretación de los gestos es una cuestión de contexto y percepción, y que no siempre debemos asumir que conocemos las intenciones de una persona únicamente por sus movimientos. A través de la práctica y la observación, podemos mejorar nuestra capacidad para leer y comprender el lenguaje corporal, lo que nos permitirá establecer relaciones más sólidas y efectivas tanto en lo personal como en lo profesional.
Lo que comunicas con tu cuerpo puede ser igual o más importante que las palabras que eliges. Los gestos pueden apoyar lo que estás diciendo o mandar un mensaje completamente distinto. La próxima vez que estés en una conversación importante o frente a una audiencia, presta atención a tus manos, a tu postura y a esos movimientos que haces casi sin pensar. Es increíble lo que un pequeño ajuste puede hacer para que las personas te perciban de la manera que realmente quieres. Al final, todo se trata de conectar mejor con quienes nos rodean, y entender nuestro propio lenguaje corporal es un paso clave para lograrlo.
Por dónde empezar cuando no sabes por dónde empezar
🎯Asegúrate de que cada diapositiva tenga un único objetivo.
No intentes comunicar demasiadas ideas en una sola diapositiva. Mantén el enfoque. Esto ayuda a que tu audiencia retenga mejor la información y no se sienta abrumada por demasiado dato. Una diapositiva clara y con foco es mucho más efectiva que una sobrecargada de ideas.
Hablar en público no acojona
✌🏻 Interactúa con tu audiencia.
Haz preguntas, pide opiniones o utiliza alguna dinámica para involucrar al público. La interacción rompe la monotonía y te permite establecer un diálogo en lugar de un monólogo, lo cual puede reducir la presión sobre ti. Además, mantener a la audiencia enganchada hace que la presentación sea más dinámica y entretenida.
Charla recomendada
En esta charla de TEDxVitoriaGasteiz, Dani Villanueva usa sus manos y su lenguaje corporal de forma magistral.
Fíjate en cómo se sitúa en el escenario, sobre la alfombra roja, cómo se dirige a cada parte del público, cómo las pausas acompañan a su mirada, cómo sus manos y sus movimientos subrayan la gravedad de lo que está diciendo.
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